martes, 1 de mayo de 2012

El Evangelio



 Comenzamos por definir esta palabra española, evangelio, que es la traducción que se le da en el Nuevo Testamento a la palabra griega εὐαγγέλιον (evangelion), cuyo significado es buenas nuevas.  En términos generales, buenas nuevas son buenas noticias de asuntos humanos que alegran el corazón del hombre.
 Cuando cayeron los hombres que se habían levantado contra David y fué muerto Absalóm su hijo, Ahimaas, hijo de Sadoc, se ofreció para dar las nuevas (es decir, la noticia) a David de que Jehová había defendido su causa de la mano de sus enemigos. Joab, general del ejército de David, prefirió enviar a un siervo etíope con las nuevas a David, pero Ahimaas insistió y salió corriendo tras el siervo etíope.  En la ciudad, el atalaya ve venir a uno que corría solo, e informó a David, y el rey dijo: "Si viene solo, buenas nuevas trae".
 Mientras se acercaba, el atalaya vió que venía otro hombre, y que también se trataba de un mensajero.  Lo identificó como Ahimaas y se lo informó al rey.  El comentario del rey fue: "Ése es hombre de bien, y viene con buenas nuevas" (2 Samuel 18:19-33).  Las buenas nuevas de la caída de sus enemigos podían alegran el corazón de David, no así las nuevas de la muerte de su hijo Absalón, cuya vida él había tratado de preservar, y se angustió David con la infausta noticia.
 Sin duda, hay noticias sobre asuntos humanos que traen alegría al corazón del hombre.  El proverbista dice que "La buena nueva conforta los huesos" (Proverbios 15:30); que es "como el agua fresca al alma sedienta" (Proverbios 25:25).
 ¡Cuán gratas son las buenas noticias!  Aquellas que nos informan acerca de beneficios que nos han sido otorgados.  Por ejemplo:  ¡Cuán feliz se siente el condenado al recibir la noticia de que por decreto del presidente de la república se le ha otorgado la amnistía!   En última instancia, todo lo que se pueda considerar buenas nuevas tiene que provenir de Dios.  "Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces…" (Santiago 1:17).  
 A través de la historia de la humanidad Dios ha dado buenas nuevas a los hombres.  Cuando solamente se hallaban sobre la tierra la primera pareja, Adán y Eva, y después de haber caído en pecado, Dios, al dictar sentencia dió la buena nueva de que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente (Génesis 3:15).  Sin duda, ellos creyeron dicho anuncio, porque cuando nació su primer hijo, a quien nombraron Caín, Adán dijo: "Por voluntad de Jehová he adquirido varón" (Génesis 4:1).
 Génesis 3:15 es considerado como la primera tenue profecía de la redención del hombre, el "proto-evangelio" o "la primera proclamación del evangelio".  Evidentemente, está expresado de manera alegórica, pero comunica una verdad sublime.  Dice mucho más que lo que está escrito, predice la victoria final de Cristo sobre Satanás.
 Más adelante, en la historia, Noé recibió la buena nueva de parte de Dios cuando se le anunció la destrucción de toda carne, pero que él y su familia serían salvados en un arca. También se le dijo que Dios establecería un pacto con él.  Noé creyó a Dios, y fue preservado (Hebreos 11:7).  "Por la fe, Noé, cuando fue advertido acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe".
 Siguiendo el registro histórico encontramos a Abraham a quien le fueron dadas buenas nuevas cuando Dios le llamó para que le sirviera, se le dijo que tendría un hijo en su vejez; que su descendencia poseería toda la tierra, y que en su simiente serían bendecidas todas las familias de la tierra.   El apóstol Pablo dice en Gálatas 3:8 que éste fue un anuncio anticipado de que Dios había de justificar por la fe a los gentiles: "Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia" (Génesis15:6; Romanos 4:5).
 Luego, encontramos a los israelitas bajo la esclavitud en Egipto.  La buena nueva para ellos fue que Dios había escuchado el clamor de su pueblo, y había descendido para traer liberación a su pueblo por mano de Moisés.  Se nos informa que ellos creyeron las buenas nuevas porque "se inclinaron y adoraron" (Éxodo 4:31).  La noticia de que serían sacados de la esclavitud de Egipto les alegró; pero ésto no era todo: serían además llevados a una tierra prodigiosa, "una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel".  Pero, se nos informa en las Escrituras que aunque recibieron con gozo la noticia de su liberación, la mayoría de ellos no pudo entrar en la tierra prometida "a causa de su desobediencia".
Luego, los profetas del Antiguo Testamento preanunciaban "la buena nueva del reino".  Isaías, libro que algunos llaman "el quinto Evangelio", preanunció, en varios pasajes, el evangelio (buenas nuevas) del reino:  "Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová, como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones.  Y vendrán muchos pueblos y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos; y caminaremos por sus sendas.  Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra" (Isaías 2:2-4).
 Dijo Dios a Isaías: "Súbete a un monte alto, tú que anuncias buenas nuevas a Sion; levanta fuertemente tu voz, anunciadora de buenas nuevas a Jerusalén, levántala, no temas; dí a las ciudades de Judá: ¡Ved aquí a vuestro Dios!" (Isaías 40:9). Esto ocurría siete siglos antes de la venida de Cristo, y, obviamente, aunque más adelante encontramos la información de que, en último término, estas profecías anunciaban el reinado del Mesías, las mismas eran también referencias a la futura liberación de Israel de la cautividad de Babilonia.  
 Un Redentor vendrá a Sion predicando las buenas nuevas a los mansos y a proclamar libertad a los cautivos (Isaías 61:1-3). "¡Cuán hermosos sobre los montes son los pies del que trae buenas nuevas!" (Isaías 52:7).  "He aquí sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz. Celebra, oh Judá, tus fiestas, cumple tus votos; porque nunca más volverá a pasar por tí el malvado; pereció del todo" (Nahúm 1:15).  Desde luego, eran buenas noticias las que se le comunicaban a Israel al anunciarles la liberación de la esclavitud de Babilonia, pero el término Evangelio ha venido a ser –por su connotación y preponderancia en el Nuevo Testamento- algo más que simplemente la buena nueva de que Dios actuaría en gracia y misericordia a favor de una nación en particular.  
 El Evangelio es un mensaje de carácter universal, dirigido "a toda criatura" y "a todas las naciones".   Es el mensaje de que "el reino de Dios se ha acercado" (Marcos 1:15).  Es las buenas nuevas de que Dios ha provisto la redención del hombre.   El Evangelio afirma que la salvación del pecado se obtiene a través de la gracia de Dios ; no se gana por buenas obras ni se otorga en base a los méritos humanos.  Jesús el Mesías vió en las profecías del Antiguo Testamento una descripción de su propia misión.
 Leemos en Lucas 4:16-21:  "Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró a la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.  Y se le dió el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:  El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor.  Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos estaban fijos en él.  Y comenzó a decirles:  Hoy se ha cumplido esta escritura delante de vosotros".  De modo pues, esas profecías expresaban ese mismo sentido de liberación y alabanza que era el verdadero carácter de su proclamación mesiánica.  Asi que, en Cristo hallaban su cumplimiento pleno estas profecías, y nos informa el Evangelio según Marcos que Jesús vino a Galilea "predicando el evangelio del reino de Dios" (Marcos 1:14).
 La palabra EVANGELIO aparece unas 75 veces en el Nuevo Testamento.  Al examinar los cuatro evangelios encontramos que la palabra εὐαγγέλιον (evangelion) es usada solamente por Mateo y Marcos.  Sin embargo, el concepto no es ajeno a Lucas, quien usa la forma verbal unas 26 veces, y el sustantivo dos veces en el libro de los Hechos de los Apóstoles.  Juan, por su parte, no usa la palabra ni la forma verbal.  Casi siempre Mateo describe el evangelio como "el Evangelio del reino".  
 Desde luego, no se trata sino del mismo evangelio que Marcos llama "el Evangelio de Dios" o "Evangelio del reino de Dios", y que resume en las palabras: "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado".  En Mateo 26:13 nuestro Señor se refirió a "este evangelio", y el contexto indica que estaba haciendo alusión a su muerte que se aproximaba.  El ministerio de Jesús podía ser resumido en las palabras de Mateo 4:35 y 9:35 así: "predicando el evangelio del reino".  Este evangelio del reino ha de ser "predicado en todo el mundo, y entonces vendrá el fin" (Mateo 24:14). 
 Marcos usa la palabra εὐαγγέλιον (evangelion) significando "las buenas noticias que hablan de Jesucristo" cuando al iniciar su evangelio escribe: "Principio del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios" (Marcos 1:1).  El evangelio y el reino de Dios son sinónimos (Marcos 10:29 y Lucas 18:29).  Este evangelio es de tal importancia que por su causa el hombre debe estar deseoso de entrar en una vida de auto negación.  "Pues cualquiera que desee salvar su vida , la perderá; pero cualquiera que haya de perder la vida por causa de mí y del evangelio, la salvará" (Marcos 8:35).
 Después de su resurrección, nuestro Señor Jesucristo ordenó a sus discípulos: "Id por todo el mundo y proclamad el evangelio a toda criatura" (Marcos 16:15).  Aunque este evangelio fue rechazado mayoritariamente por los judíos, a pesar de las evidencias de que Dios hablaba y actuaba a través de su Hijo, el Señor reunió a su alrededor a una "manada pequeña" de discípulos, que vinieron a ser el núcleo de la Iglesia en Pentecostés.  Aquel día, y desde entonces, la predicación fue acerca de Jesús y del perdón de pecados por su muerte.  Ese es "el evangelio de la gracia de Dios" (Hechos 20:24).  Y estaba dirigido a toda la humanidad.
 A Pablo le fue revelado "el evangelio de la gloria de Cristo" y le fue encomendado "el glorioso evangelio del Dios bendito"
(1 Corintios 4:4; 1 Timoteo 1:11).  Este ministerio le fue dado al apóstol Pablo de un modo tan peculiar que él lo llama: "mi evangelio" (2 Timoteo 2:8).  Abarcaba más que la salvación, por magno que sea este hecho, porque Pablo estaba deseoso de dar a conocer "el misterio del evangelio", que separa a los creyentes de Adán y los une a Cristo.  
 El apóstol Pablo usa la palabra εὐαγγέλιον (evangelion) unas sesenta veces en sus cartas.  Su ministerio fue distintivamente la proclamación del evangelio.  Según lo expresa en Romanos 1:1, fué "apartado para el evangelio", y fue "hecho ministro por el don de la gracia de Dios" (Efesios 3:7).  Fue llamado especialmente "para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda agradable , santificada por el Espíritu santo" (Romanos 15:16).  Se le había confiado el evangelio de la incircuncisión (los gentiles) como a Pedro el de la circuncisión (los judíos) (Gálatas 2:7).
 Él aceptó el evangelio como un depósito sagrado, lo recibió "no de hombre sino por revelación de Jesucristo" (Gálatas 2:11,12), y, por tanto, su urgencia al comunicar el evangelio era tal que en cierta ocasión exclamó: "¡Ay de mí si no predico el evangelio" (1 Corintios 9:16).  Por causa del evangelio estaba dispuesto a la abnegación; a todos se hizo de todo con el fin de ganar a algunos.  Creía firmemente que quienes desobedecían al evangelio perecerían, y que, para los que creían, el evangelio había llegado a ser efectivamente el "poder de Dios para la salvación" (Romanos 1:17).
 Para el apóstol Pablo, el εὐαγγέλιον (evangelion) es preeminentemente "el evangelio de Dios" (Romanos 1:1; 15:16; 2 Corintios 11:7 y
1 Tesalonicenses 2:2,8,9).  Proclama la actividad redentora de Dios mediante la persona y obra del Hijo de Dios, Cristo Jesús. Asi también es "el evangelio de Cristo", el cual define en diversas formas como "el evangelio de nuestro Señor Jesucristo" (2 Tesalonicenses 1:18), "el evangelio de la gloria del Dios bendito" (1 Timoteo 1:11), "el evangelio de su Hijo" (Romanos 1:9), y "el evangelio de la gloria de Cristo" (2 Corintios 4:4).
 Es "la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación"
(Efesios 1:13).  Es "el evangelio de la paz" (Efesios 6:15).  Proclama "la esperanza de la vida eterna" (Colosenses 1:23).  A través de este evangelio son traídas a la luz "la vida y la inmortalidad" (2 Timoteo 1:10).  El apóstol Pablo resume así el mensaje del evangelio en 1 Corintios 15:3-4: 
"Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó, conforme a las Escrituras".
 El mensaje apostólico contenía una proclamación histórica de la muerte, resurrección y exaltación de Jesús, presentada ésta como el cumplimiento de la profecía e incluía la responsabilidad del hombre.  Era una evaluación teológica de la persona de Jesús como Señor y Cristo, y un llamado al arrepentimiento y a recibir el perdón de pecados.  El evangelio es el "poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree" (Romanos 1:16).  Como instrumento del Espíritu santo, el evangelio convence.
 Los apóstoles fueron apresados, pero "la palabra de Dios no está presa" (2 Timoteo 2:9), el evangelio no puede ser apresado.  A pesar de ser buenas nuevas, no obstante, recibe la oposición de un mundo rebelde.  Dice el apóstol Pablo en
1 Tesalonicenses 2:2: "tuvimos denuedo en nuestro Dios para anunciaros el evangelio en medio de gran oposición".  
Muchas veces la oposición al mensaje se manifiesta como oposición al mensajero.  Sin embargo, quienes proclamamos el evangelio debemos ser osados y sencillos, no confiando en la elocuencia, para no hacer vana la cruz de Cristo.  Para los que se pierden, el evangelio es necedad y piedra de tropiezo; pero para los que se salvan, el evangelio es poder de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario