Comenzamos por definir esta palabra española,
evangelio, que es la traducción que se le da en el Nuevo Testamento a la
palabra griega εὐαγγέλιον (evangelion),
cuyo significado es buenas nuevas. En términos generales, buenas nuevas
son buenas noticias de asuntos humanos que alegran el corazón del hombre.
Cuando cayeron los hombres que se habían levantado contra David y fué muerto Absalóm su hijo, Ahimaas, hijo de Sadoc, se ofreció para dar las nuevas (es decir, la noticia) a David de que Jehová había defendido su causa de la mano de sus enemigos. Joab, general del ejército de David, prefirió enviar a un siervo etíope con las nuevas a David, pero Ahimaas insistió y salió corriendo tras el siervo etíope. En la ciudad, el atalaya ve venir a uno que corría solo, e informó a David, y el rey dijo: "Si viene solo, buenas nuevas trae".
Cuando cayeron los hombres que se habían levantado contra David y fué muerto Absalóm su hijo, Ahimaas, hijo de Sadoc, se ofreció para dar las nuevas (es decir, la noticia) a David de que Jehová había defendido su causa de la mano de sus enemigos. Joab, general del ejército de David, prefirió enviar a un siervo etíope con las nuevas a David, pero Ahimaas insistió y salió corriendo tras el siervo etíope. En la ciudad, el atalaya ve venir a uno que corría solo, e informó a David, y el rey dijo: "Si viene solo, buenas nuevas trae".
Mientras se acercaba, el atalaya vió que venía otro
hombre, y que también se trataba de un mensajero. Lo identificó como
Ahimaas y se lo informó al rey. El comentario del rey fue: "Ése es
hombre de bien, y viene con buenas nuevas" (2 Samuel 18:19-33).
Las buenas nuevas de la caída de sus enemigos podían alegran el corazón
de David, no así las nuevas de la muerte de su hijo Absalón, cuya vida él había
tratado de preservar, y se angustió David con la infausta noticia.
Sin duda, hay noticias sobre asuntos humanos que
traen alegría al corazón del hombre. El proverbista dice que "La
buena nueva conforta los huesos" (Proverbios 15:30); que es
"como el agua fresca al alma sedienta" (Proverbios 25:25).
¡Cuán gratas son las buenas noticias! Aquellas
que nos informan acerca de beneficios que nos han sido otorgados. Por
ejemplo: ¡Cuán feliz se siente el condenado al recibir la noticia de que
por decreto del presidente de la república se le ha otorgado la amnistía!
En última instancia, todo lo que se pueda considerar buenas nuevas
tiene que provenir de Dios. "Toda buena dádiva y todo don perfecto
desciende de lo alto, del Padre de las luces…" (Santiago 1:17).
A través de la historia de la humanidad Dios ha dado
buenas nuevas a los hombres. Cuando solamente se hallaban sobre la tierra
la primera pareja, Adán y Eva, y después de haber caído en pecado, Dios, al
dictar sentencia dió la buena nueva de que la simiente de la mujer heriría la
cabeza de la serpiente (Génesis 3:15). Sin duda, ellos creyeron
dicho anuncio, porque cuando nació su primer hijo, a quien nombraron Caín, Adán
dijo: "Por voluntad de Jehová he adquirido varón" (Génesis 4:1).
Génesis 3:15 es considerado como la primera tenue
profecía de la redención del hombre, el "proto-evangelio" o "la
primera proclamación del evangelio". Evidentemente, está expresado
de manera alegórica, pero comunica una verdad sublime. Dice mucho más que
lo que está escrito, predice la victoria final de Cristo sobre Satanás.
Más adelante, en la historia, Noé recibió la buena
nueva de parte de Dios cuando se le anunció la destrucción de toda carne, pero
que él y su familia serían salvados en un arca. También se le dijo que Dios
establecería un pacto con él. Noé creyó a Dios, y fue preservado (Hebreos
11:7). "Por la fe, Noé, cuando fue advertido acerca de cosas que aún
no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe
condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la
fe".
Siguiendo el registro histórico encontramos a Abraham
a quien le fueron dadas buenas nuevas cuando Dios le llamó para que le
sirviera, se le dijo que tendría un hijo en su vejez; que su descendencia poseería
toda la tierra, y que en su simiente serían bendecidas todas las familias de la
tierra. El apóstol Pablo dice en Gálatas 3:8 que éste fue un
anuncio anticipado de que Dios había de justificar por la fe a los gentiles:
"Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia" (Génesis15:6;
Romanos 4:5).
Luego, encontramos a los israelitas bajo la
esclavitud en Egipto. La buena nueva para ellos fue que Dios había
escuchado el clamor de su pueblo, y había descendido para traer liberación a su
pueblo por mano de Moisés. Se nos informa que ellos creyeron las buenas
nuevas porque "se inclinaron y adoraron" (Éxodo 4:31). La
noticia de que serían sacados de la esclavitud de Egipto les alegró; pero ésto
no era todo: serían además llevados a una tierra prodigiosa, "una tierra
buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel". Pero, se nos
informa en las Escrituras que aunque recibieron con gozo la noticia de su
liberación, la mayoría de ellos no pudo entrar en la tierra prometida "a
causa de su desobediencia".
Luego, los profetas del Antiguo Testamento preanunciaban
"la buena nueva del reino". Isaías, libro que algunos llaman
"el quinto Evangelio", preanunció, en varios pasajes, el evangelio
(buenas nuevas) del reino: "Acontecerá en lo postrero de los
tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová, como cabeza de los
montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones.
Y vendrán muchos pueblos y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a
la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos; y caminaremos por sus
sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de
Jehová. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán
sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación
contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra" (Isaías 2:2-4).
Dijo Dios a Isaías: "Súbete a un monte alto, tú
que anuncias buenas nuevas a Sion; levanta fuertemente tu voz, anunciadora de
buenas nuevas a Jerusalén, levántala, no temas; dí a las ciudades de Judá: ¡Ved
aquí a vuestro Dios!" (Isaías 40:9). Esto ocurría siete siglos antes
de la venida de Cristo, y, obviamente, aunque más adelante encontramos la
información de que, en último término, estas profecías anunciaban el reinado
del Mesías, las mismas eran también referencias a la futura liberación de
Israel de la cautividad de Babilonia.
Un Redentor vendrá a Sion predicando las buenas
nuevas a los mansos y a proclamar libertad a los cautivos (Isaías 61:1-3).
"¡Cuán hermosos sobre los montes son los pies del que trae buenas
nuevas!" (Isaías 52:7). "He aquí sobre los montes los pies
del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz. Celebra, oh Judá, tus
fiestas, cumple tus votos; porque nunca más volverá a pasar por tí el malvado;
pereció del todo" (Nahúm 1:15). Desde luego, eran buenas
noticias las que se le comunicaban a Israel al anunciarles la liberación de la
esclavitud de Babilonia, pero el término Evangelio ha venido a ser –por su
connotación y preponderancia en el Nuevo Testamento- algo más que simplemente
la buena nueva de que Dios actuaría en gracia y misericordia a favor de una
nación en particular.
El Evangelio es un mensaje de carácter universal,
dirigido "a toda criatura" y "a todas las naciones".
Es el mensaje de que "el reino de Dios se ha acercado"
(Marcos 1:15). Es las buenas nuevas de que Dios ha provisto la
redención del hombre. El Evangelio afirma que la salvación del
pecado se obtiene a través de la gracia de Dios ; no se gana por buenas obras
ni se otorga en base a los méritos humanos. Jesús el Mesías vió en las
profecías del Antiguo Testamento una descripción de su propia misión.
Leemos en Lucas 4:16-21: "Vino a
Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró a la sinagoga,
conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dió el libro del
profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba
escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido
para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados
de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner
en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Y
enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos
estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta
escritura delante de vosotros". De modo pues, esas profecías
expresaban ese mismo sentido de liberación y alabanza que era el verdadero
carácter de su proclamación mesiánica. Asi que, en Cristo hallaban su
cumplimiento pleno estas profecías, y nos informa el Evangelio según Marcos que
Jesús vino a Galilea "predicando el evangelio del reino de Dios"
(Marcos 1:14).
La palabra EVANGELIO aparece unas 75 veces en el
Nuevo Testamento. Al examinar los cuatro evangelios encontramos que la
palabra εὐαγγέλιον (evangelion) es usada solamente por Mateo y Marcos. Sin
embargo, el concepto no es ajeno a Lucas, quien usa la forma verbal unas 26
veces, y el sustantivo dos veces en el libro de los Hechos de los Apóstoles.
Juan, por su parte, no usa la palabra ni la forma verbal. Casi
siempre Mateo describe el evangelio como "el Evangelio del reino".
Desde luego, no se trata sino del mismo evangelio que
Marcos llama "el Evangelio de Dios" o "Evangelio del reino de
Dios", y que resume en las palabras: "El tiempo se ha cumplido, y el
reino de Dios se ha acercado". En Mateo 26:13 nuestro Señor se
refirió a "este evangelio", y el contexto indica que estaba haciendo
alusión a su muerte que se aproximaba. El ministerio de Jesús podía ser
resumido en las palabras de Mateo 4:35 y 9:35 así: "predicando el
evangelio del reino". Este evangelio del reino ha de ser
"predicado en todo el mundo, y entonces vendrá el fin" (Mateo
24:14).
Marcos usa la palabra εὐαγγέλιον
(evangelion) significando "las buenas noticias que hablan
de Jesucristo" cuando al iniciar su evangelio escribe: "Principio del
evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios" (Marcos 1:1). El
evangelio y el reino de Dios son sinónimos (Marcos 10:29 y Lucas 18:29).
Este evangelio es de tal importancia que por su causa el hombre debe estar
deseoso de entrar en una vida de auto negación. "Pues cualquiera que
desee salvar su vida , la perderá; pero cualquiera que haya de perder la vida
por causa de mí y del evangelio, la salvará" (Marcos 8:35).
Después de su resurrección, nuestro Señor Jesucristo
ordenó a sus discípulos: "Id por todo el mundo y proclamad el evangelio a
toda criatura" (Marcos 16:15). Aunque este evangelio fue rechazado
mayoritariamente por los judíos, a pesar de las evidencias de que Dios hablaba
y actuaba a través de su Hijo, el Señor reunió a su alrededor a una
"manada pequeña" de discípulos, que vinieron a ser el núcleo de la Iglesia en Pentecostés.
Aquel día, y desde entonces, la predicación fue acerca de Jesús y del
perdón de pecados por su muerte. Ese es "el evangelio de la gracia
de Dios" (Hechos 20:24). Y estaba dirigido a toda la humanidad.
A Pablo le fue revelado "el evangelio de la
gloria de Cristo" y le fue encomendado "el glorioso evangelio del
Dios bendito"
(1 Corintios 4:4; 1 Timoteo 1:11). Este ministerio le fue dado al apóstol Pablo de un modo tan peculiar que él lo llama: "mi evangelio" (2 Timoteo 2:8). Abarcaba más que la salvación, por magno que sea este hecho, porque Pablo estaba deseoso de dar a conocer "el misterio del evangelio", que separa a los creyentes de Adán y los une a Cristo.
(1 Corintios 4:4; 1 Timoteo 1:11). Este ministerio le fue dado al apóstol Pablo de un modo tan peculiar que él lo llama: "mi evangelio" (2 Timoteo 2:8). Abarcaba más que la salvación, por magno que sea este hecho, porque Pablo estaba deseoso de dar a conocer "el misterio del evangelio", que separa a los creyentes de Adán y los une a Cristo.
El apóstol Pablo usa la palabra εὐαγγέλιον
(evangelion) unas sesenta veces en sus cartas. Su
ministerio fue distintivamente la proclamación del evangelio. Según lo
expresa en Romanos 1:1, fué "apartado para el evangelio", y fue
"hecho ministro por el don de la gracia de Dios" (Efesios 3:7).
Fue llamado especialmente "para ser ministro de Jesucristo a los
gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean
ofrenda agradable , santificada por el Espíritu santo" (Romanos
15:16). Se le había confiado el evangelio de la incircuncisión (los
gentiles) como a Pedro el de la circuncisión (los judíos) (Gálatas 2:7).
Él aceptó el evangelio como un depósito sagrado, lo
recibió "no de hombre sino por revelación de Jesucristo" (Gálatas
2:11,12), y, por tanto, su urgencia al comunicar el evangelio era tal que en
cierta ocasión exclamó: "¡Ay de mí si no predico el evangelio" (1
Corintios 9:16). Por causa del evangelio estaba dispuesto a la
abnegación; a todos se hizo de todo con el fin de ganar a algunos. Creía
firmemente que quienes desobedecían al evangelio perecerían, y que, para los que
creían, el evangelio había llegado a ser efectivamente el "poder de Dios
para la salvación" (Romanos 1:17).
Para el apóstol Pablo, el εὐαγγέλιον
(evangelion) es preeminentemente "el evangelio de
Dios" (Romanos 1:1; 15:16; 2 Corintios 11:7 y
1 Tesalonicenses 2:2,8,9). Proclama la actividad redentora de Dios mediante la persona y obra del Hijo de Dios, Cristo Jesús. Asi también es "el evangelio de Cristo", el cual define en diversas formas como "el evangelio de nuestro Señor Jesucristo" (2 Tesalonicenses 1:18), "el evangelio de la gloria del Dios bendito" (1 Timoteo 1:11), "el evangelio de su Hijo" (Romanos 1:9), y "el evangelio de la gloria de Cristo" (2 Corintios 4:4).
1 Tesalonicenses 2:2,8,9). Proclama la actividad redentora de Dios mediante la persona y obra del Hijo de Dios, Cristo Jesús. Asi también es "el evangelio de Cristo", el cual define en diversas formas como "el evangelio de nuestro Señor Jesucristo" (2 Tesalonicenses 1:18), "el evangelio de la gloria del Dios bendito" (1 Timoteo 1:11), "el evangelio de su Hijo" (Romanos 1:9), y "el evangelio de la gloria de Cristo" (2 Corintios 4:4).
Es "la palabra de verdad, el evangelio de
vuestra salvación"
(Efesios 1:13). Es "el evangelio de la paz" (Efesios 6:15). Proclama "la esperanza de la vida eterna" (Colosenses 1:23). A través de este evangelio son traídas a la luz "la vida y la inmortalidad" (2 Timoteo 1:10). El apóstol Pablo resume así el mensaje del evangelio en 1 Corintios 15:3-4: "Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó, conforme a las Escrituras".
(Efesios 1:13). Es "el evangelio de la paz" (Efesios 6:15). Proclama "la esperanza de la vida eterna" (Colosenses 1:23). A través de este evangelio son traídas a la luz "la vida y la inmortalidad" (2 Timoteo 1:10). El apóstol Pablo resume así el mensaje del evangelio en 1 Corintios 15:3-4: "Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó, conforme a las Escrituras".
El mensaje apostólico contenía una proclamación
histórica de la muerte, resurrección y exaltación de Jesús, presentada ésta
como el cumplimiento de la profecía e incluía la responsabilidad del hombre.
Era una evaluación teológica de la persona de Jesús como Señor y Cristo,
y un llamado al arrepentimiento y a recibir el perdón de pecados. El
evangelio es el "poder de Dios para la salvación de todo aquel que
cree" (Romanos 1:16). Como instrumento del Espíritu santo, el
evangelio convence.
Los apóstoles fueron apresados, pero "la palabra
de Dios no está presa" (2 Timoteo 2:9), el evangelio no puede ser
apresado. A pesar de ser buenas nuevas, no obstante, recibe la oposición
de un mundo rebelde. Dice el apóstol Pablo en
1 Tesalonicenses 2:2: "tuvimos denuedo en nuestro Dios para anunciaros el evangelio en medio de gran oposición".
1 Tesalonicenses 2:2: "tuvimos denuedo en nuestro Dios para anunciaros el evangelio en medio de gran oposición".
Muchas veces la oposición al mensaje se manifiesta como
oposición al mensajero. Sin embargo, quienes proclamamos el evangelio
debemos ser osados y sencillos, no confiando en la elocuencia, para no hacer
vana la cruz de Cristo. Para los que se pierden, el evangelio es necedad
y piedra de tropiezo; pero para los que se salvan, el evangelio es poder de
Dios.
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